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LATAM: La vida es bella para quien pasa por la alienación de los padres

| Artículo publicado originalmente en el Jornal de Hoje el 6 de noviembre de 2017, en los quioscos de la Baixada.

| Adriano Dias – fundador de ComCausa

Hace unos años, más precisamente en 1999, en una película llamada ‘The Beautiful Life’ -que ganó cuatro premios Oscar-, su historia principal fue la iniciativa de un padre que, en medio del terror y la violencia de la Segunda Guerra Mundial , bajo el yugo de la opresión en un campo de concentración nazi creó un mundo imaginario para proteger a su hijo de todo el terror que los rodeaba. Así, las situaciones amenazantes se transformaban en bromas y juegos cuyo cometido era ganar un premio, en este caso, un tanque de guerra.

Ante la cobardía de los pequeños actos, incluso engendrados planes de destrucción que los enajenadores arman con el propósito de entorpecer los lazos afectivos -aunque esto cueste la propia infancia del niño-, muchas veces nos vemos obligados a recurrir incansablemente al uso de la imaginación y la resiliencia para proteger lo más importante y querido que tenemos en el mundo, nuestros hijos.

La cultura de la ‘tiranía del tutor’, que sólo es posible por el arcaico error jurídico de la tutela unilateral, impone situaciones inflexibles en las que el niño participa en una carrera sin gloria, sin premio y con final feliz.

Incluso es imposible ocultar el comportamiento enfermizo de quienes los acompañan, aunque sea ocasionalmente, ya que pronto identifican el placer que tiene el alienador en crear vergüenza utilizando a los niños sin ningún parámetro o escrúpulo. Reduciéndolos a un objeto o bien, como si el niño fuera un coche alquilado que, si no se devuelve a tiempo, muchas veces para quedar aparcado en una esquina, sin función ni atención, acarrea fuertes sanciones.

Pero para los niños, incluso en medio del laberinto de apariciones -porque la alienación parental nunca la practica una sola persona-, decimos que el monstruo que quiere arrebatárselo al otro progenitor sentiría nostalgia. Que la figura distorsionada que promueve la pantomima patética en la calle, a plena luz del día, lo hace por amor, no por crueldad. Al final, tenemos que convencerla de que en el corazón vacío del enajenador, el niño tiene un lugar especial.

Han sido cerca de cinco años y cien de infamia, de agresiones psicológicas y hasta físicas que tienen como finalidad imposibilitar que el niño tenga las condiciones para un ambiente familiar sano. Un guión de terror que la madre hace evidente, en la recurrencia de las situaciones creadas, de las diversas formas y estrategias que no pretende detener.

Así, nos queda el ejercicio incansable de transformar la frustración y la ira en lucha. Basándose en el amor para construir lo imaginable que ni las mentes literarias más brillantes podrían elaborar para que esa situación se torne más liviana y no genere más daño al niño. Incluso si al final, como al final ‘La vida es bella’, el padre muere, estad seguros de que la felicidad ha contribuido a la fundación de una nueva vida sin estos sufrimientos.

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Adriano Dias

Jornalista militante e fundador da #ComCausa

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